La felicidad se escribe en plural

De pequeño quiso ser abogado o médico. Era lo que se esperaba de los niños nacidos en los 70. Profesiones convencionales porque el éxito, entonces y también ahora, significaba estabilidad laboral. Al final acabó estudiando diseño. “A mí me decían eso de ¿estudias o diseñas?”. Hizo el vestuario para la obra de un grupo de teatro de unas amigas y ahí, en el escenario, se quedó para siempre. El teatro y la televisión han sido su hogar desde entonces.

Un día Antonio se dio cuenta de lo que significaba ser diferente. Con dieciocho años lució en un centro comercial de su ciudad un poncho morado que él mismo había diseñado. La gente se giraba a mirarle. Fue entonces, por primera vez en su vida, cuando fue consciente de “estar asumiendo una cosa no pequeña”. Ser diferente no iba a ser un camino fácil.
“La vida es maravillosa”, dice. Y no la vivimos del todo por los miedos. Miedos, vallas por saltar, que aún le quedan. La carrera no acaba nunca. Por eso ha prometido ponerse falda este verano.
Entonces, ¿no siempre has querido ser actor?
En el fondo, sí. Por generación, quería ser médico o ingeniero, pero en el fondo siempre quise ser actor. Siempre que había que hacer algo en el cole yo me presentaba voluntario. Había un impulso cada vez que había que actuar o que bailar, pero hasta que me dije a mí mismo “voy a ser actor”, di muchos rodeos.
La mirada de los otros te echa hacia adelante, pero también puede echarte hacia atrás, ¿verdad?
Totalmente. Hablando de ese niño que quería ser abogado o médico y que después fue diseñador, ese niño, por la presión social, a veces ha dado dos pasos hacia adelante y otros tres hacia atrás. Ese chaval de dieciocho años que se puso aquel poncho para dar una vuelta por el centro comercial ha tenido que retroceder algunas veces para volver a avanzar.
No hay, como en muchas ocasiones dicen algunas personas, un momento que te cambia la vida. Hay muchos momentos de los que aprendes. La vida no es lineal. Es como el juego de la oca que, de repente, caes en la casilla equivocada y retrocedes. Yo en ese juego de adelante y atrás he aprendido mucho sobre mí mismo y sobre los demás. También he perdido mucho el tiempo, claro.

Es un proceso menos de grandes momentos y sí de grandes aprendizajes. La vida te ofrece constantemente la oportunidad del aprendizaje. Aprendizaje para bien, además.
¿Ahora, por las redes sociales, se lleva más el gran momento?
Sí, pero yo estoy acostumbrado a que la vida me dé pequeños momentos muy agradables. Tengo una amiga que habla de la vida como si fuera una línea de metro. Yo eso lo comparo con la cadena de perlas de los cuentacuentos. Cuando vas a contar un cuento tienes una cadena de perlas que debes ir dejando caer para que se desarrolle bien la historia. Por ejemplo, en Caperucita la primera perla sería: no te entretengas, tienes que llevar la cesta a la abuela. La segunda perla: llega un lobo y te paras e incumples la prohibición. Tercera perla: llegada de Caperucita a la casa y transmutación del personaje.
¿Qué le dirías al niño que fuiste y que tenía miedo de salirse del camino marcado por la sociedad?
Ay, qué tonto has sido. Se lo diría así. Has sido muy tonto tú. Yo he sido muy tardío. Con esto, por ejemplo, de la interpretación, he sido un niño miedoso vitalmente hablando. Como niño me he refugiado en lo clásico, en lo convencional. Tendría que haber sido un poquito más valiente y más libre. Tampoco es que fuera un cobarde, pero sí me hubiera gustado ser un poco más valiente.
En la vida real tenemos también esas perlas. Todo el mundo va a vivir una pérdida, una ruptura, una crisis de identidad. Todos vamos a pasar por ahí. Y eso es la línea de metro de la vida, que es común para todos. Ahora, lo que pase entre parada y parada depende de ti. Y ahí está el aprendizaje.

Y eso que tu familia siempre te apoyó…
Sí, a mí mi padre siempre me decía “si cobraras por todas las horas que trabajas, serías millonario”. Y eso a mí me gustaba mucho porque, independientemente de que a veces les preocupara mi futuro económico, se valoraba que yo trabajara como un jabato. Y eso era muy bonito por parte de mi familia. Siempre se valoraron mucho las profesiones en intermitencia, fueran artísticas o no.
Hablando de miedos, ahora se le tiene miedo a envejecer…
El envejecer es una oportunidad para aceptarte y para asentarte. La edad tiene una cosa maravillosa y es que todos los complejos no es que pasen a un segundo plano, es que están menos en primera línea. Yo he tenido barriga desde que tenía catorce años. Cuando tenía veinte era un problema porque quería gustar a los demás. Pero ahora me veo estupendo con barriga. Empiezas a permitirte muchas cosas. También soy consciente de que es así porque soy un hombre. Si fuera una mujer sería completamente diferente. Y esto entra en lo que hablábamos antes de las convencionalidades, de cómo siguen existiendo a pesar de que estemos en un momento de cambio.
¿Crees que lo convencional sigue pesando hoy en día?
Sí, mira que estamos avanzando, pero sigue pesando muchísimo. Sigue pesando para la mujer, para el hombre, para el concepto de pareja, para la identidad sexual, para los conceptos laborales y el tipo de trabajo. Seguimos avanzando, tenemos vidas diferentes, pero, aun así, todavía los que vivimos de una forma diferente nos decimos a veces “si tuviera un poco más de estabilidad”, pero al final es convencionalidad.
¿Nos resumes tu enseñanza para las nuevas generaciones?
Que el concepto de felicidad, de vida plena, no está sujeto a unos estándares. Hay muchos tipos de vida y todas son muy válidas y plenas. Con sus momentos malísimos, también. Como todas las vidas, claro. Pero la felicidad no está sujeta a lo que nos cuentan, a lo que nos dicen. Escuchamos mucho el concepto de familias diferentes, identidades de género diferentes, pero es que hay vidas diferentes. Y esas vidas diferentes molan mucho porque, al no estar estandarizadas, te obligan a cuestionarte todos los días cosas, a revisarte, a aprender de ti mismo y de tu entorno.
Como yo no tengo siempre los mismos compañeros de trabajo, tengo que aprender a relacionarme con personas diferentes. Y eso te permite crecer, no acomodarte nunca.

