El lema de Rose Leke es que, si apuntas a la luna y fallas, al menos llegarás a las estrellas. En su caso, a juzgar por los resultados, ha dado en el blanco de todos los satélites del sistema solar. Su vida es un cúmulo de éxitos, pero también de trabajo duro y de perseverancia. Una mujer que ha marcado el destino de muchas otras mujeres.

Conoce a Rose Leke

Cuando una puerta se cierra, hay que dejar una ventana o romper el muro para poder entrar

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De pequeña a Rose le dijeron que iba a ser médica. Y así fue. Le dijeron que trabajara duro para conseguir sus metas. Lo hizo y las alcanzó. Empezó como asistente en la Facultad de Medicina de la Universidad de Yaundé 1. Después fue profesora titular y, años más tarde, catedrática en una época en la que no había apenas presencia femenina en las aulas.

Con la misma intensidad con la que habla, cree en Dios y cree en la ciencia. Para ella son realidades inseparables. Y siempre, en todas las circunstancias, intenta alcanzar la excelencia. Tanto que no se conforma con haber posibilitado que las investigadoras desarrollen su trabajo. Su meta ahora es que las niñas y los niños de Camerún se interesen en la ciencia y la tecnología. Otra luna más a la que lleva apuntando un tiempo y que no tardará en derribar.

¿Cómo te describirías en cuatro palabras?

¿En cuatro palabras? No son cuatro palabras, pero voy a decirte una frase que repito mucho y que me describe por completo: “Si apuntas a la luna, puede que no le des, pero te asegurarás de estar entre las estrellas”

Si pienso en una palabra que me defina, me viene a la mente creyente. Creo en que las cosas se hacen realidad. Soy católica y creo que Dios está en todo lo que hago y en todos los éxitos que consigo. Le doy todo el crédito a él. Otra palabra sería planificadora. Tengo que planificarlo todo. Si quieres que las cosas funcionen debes tener un plan. También tener un propósito de vida. Esa es otra palabra que me caracteriza: propósito.

El propósito de tu vida puede cambiar con el tiempo, pero no el motor que te impulsa a seguir adelante

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Esa necesidad de un propósito es lo que le lleva a ayudar a las mujeres, ¿verdad?

Sí, creo que las mujeres debemos desarrollarnos. Las ayudo en ese propósito para que no se queden estancadas.

¿Cuál es el consejo más importante que le dieron cuando era niña?

De niña, mi padre siempre me decía: “trabaja duro y cree en Dios”. Así era mi padre. Cuando lograba algo, me decía: “¿Ves? El trabajo duro merece la pena. Así que trabaja duro y cree en Dios, y él te ayudará en tus logros”.

Mis padres, los dos, me decían que trabajara duro. Que me esforzara en el colegio. Que hiciera las cosas bien. Ve a por la excelencia, decían. Es un lema aplicable a todo lo que hagas. Si trabajas limpiando la calle, asegúrate de hacerlo tan bien que cuando alguien pase se sorprenda de lo limpia que está. Y si eres científica, haz tu trabajo lo mejor que sepas.

Hagas lo que hagas, busca siempre la perfección

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Usted es una creyente enamorada de la ciencia, ¿de dónde le viene esa pasión?

Mi amor por la ciencia creo que me vino cuando enfermé de malaria y quise saber por qué me había puesto mala, qué era lo que me provocaba la enfermedad.

En aquella época mi padre siempre hablaba de la importancia de ser médico o ingeniero. O abogado, porque no había muchos por entonces. Pero a mí me miraba fijamente y me decía: Tú vas a ser médica. Y al final esa frase acaba calándote.

Imagino que no fue fácil ser investigadora en Camerún en la década de los 60

No, no lo fue. Cuando terminé mi doctorado volví a la Facultad de Medicina en 1985 como profesora asistente. No había muchas mujeres por aquel entonces. El rango era: asistente, profesor, profesor titular, asociado y catedrático. En aquella época no había mujeres catedráticas, solo hombres.

¿Eso fue cambiando?

Sí. Con el paso de los años, aunque seguían siendo mayoritariamente hombres, entre los estudiantes que entraban ibas viendo cada vez a más mujeres hasta que en algunas clases superaron en número a los hombres. Eso hizo que en un momento dado hubiera también catedráticas, pero éramos muy pocas.

 

¿Siempre quiso ayudar a las mujeres?

Cuando la Unión Africana me concedió el premio a la labor de la mujer en la ciencia me pidieron que ayudara a las mujeres más jóvenes para que pudieran dedicarse a la ciencia. En ese momento me puse a pensar qué podía hacer yo. Había algunas mujeres que venían a trabajar con nosotras, pero se quedaban embarazadas y se iban. No volvías a verlas. Fue entonces cuando decidí, junto con otras profesoras, presentarme a la beca del Programa Especial de Investigación y Formación en Enfermedades Tropicales (TDR). Y la ganamos.

 

¿Qué hicieron con esa beca?

Fundamos Higher Women para luchar contra la desigualdad de género. Hicimos seminarios y talleres. Ayudamos a las mujeres a gestionar su tiempo, a escribir proyectos de investigación, a pedir subvenciones, incluso a hacer su currículum.

Es que la gestión del tiempo es muy diferente para hombres y mujeres…

Completamente. Les preguntábamos: ¿Cómo gestionas tu tiempo en casa? Algunas asistían a los talleres con sus maridos y sus hijos. Por las tardes nos sentábamos junto al fuego a comer y a compartir nuestras experiencias. Las más jóvenes nos miraban y pensaban: ellas han tenido los mismos problemas que yo y, aun así, han logrado ser catedráticas. Después de un tiempo, se abrieron y compartieron sus vivencias. Se creó un vínculo muy bonito. En lo profesional y en lo personal

¿Ha cumplido entonces su sueño?

Desde aquel primer encuentro hemos continuado nuestra labor en la universidad, pero ahora, además, también vamos a los institutos a promocionar la investigación en las escuelas secundarias. Mi sueño es conseguir que haya cada vez más mujeres en la investigación, pero también que las niñas y los niños se interesen por la ciencia y la tecnología.

El futuro es femenino

Lo es, definitivamente, pero no debemos olvidar tampoco a los hombres. No debemos hacerles sentir que estamos en una competición.

Continúa aprendiendo de los que más saben de la vida
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Clase: Bruno Galindo
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